El abogado Penalista

El abogado Penalista

Si lo piensas, realmente, el derecho regula cualquier aspecto de la vida y de las relaciones entre las personas, de forma que no es extraño que haya tantos abogados, cada uno especializado en ramas y materias concretas del ordenamiento jurídico, profesionales a los que no tengo reparos en manifestar mi admiración.

Pero, personalmente, desde pequeño he pensado que el auténtico abogado es el penalista y, ello, por una razón muy sencilla, porque defiende el bien más importante para las personas, más que ningún otro derecho, que no es otro que la libertad.

Así que, cuando me preguntan a qué me dedico y respondo que soy abogado penalista, lo que viene a significar es que mi trabajo consiste en defender a las personas investigadas y acusadas por cometer cualquier delito. De hecho, cualquier persona que nunca ha tenido un problema, puede enfrentarse a una situación imprevista o que, por algún motivo, se le va de las manos y verse investigada y posteriormente acusada de un delito.

Pero también cualquier persona puede ser víctima de un delito y, en este caso, mi trabajo consiste en llevar la acusación particular en defensa de los perjudicados por el hecho delictivo.

Y cuando me preguntan cómo puedo defender a algunas personas siempre respondo lo mismo, ya que considero que se trata de una máxima que debe presidir el trabajo de todo abogado penalista, todas las personas tienen derecho a la mejor defensa posible, de hecho todos desearíamos para nosotros mismos la mejor defensa posible si, por cualquier circunstancia, en alguna ocasión nos viéramos envueltos en un problema de naturaleza delictiva.

Siento por todo ello que el abogado penalista es como una madre, que nunca abandonará a su hijo haya hecho lo que haya hecho, porque eres la única persona que permanecerá al lado del cliente, con independencia de lo que haya hecho, y que siempre tratará de obtener el mejor resultado para su defendido.

De forma que, como abogado penalista, ni juzgo a mis clientes ni influye en mi trabajo que sean inocentes o culpables, al contrario agradezco su sinceridad, que me cuenten la verdad y toda la verdad, aunque la verdad más cotidiana es que me mientan a mí también.

Incluso muchas veces puedo llegar a comprender los actos de mis clientes, si bien no a compartirlos, porque la mayoría de las personas no son malas por naturaleza; pero también es cierto que, en otras ocasiones, te encuentras casos que te revuelven las tripas y, aún así, actúas con la máxima profesionalidad.

Para concluir este breve esbozo de lo que es mi profesión, puedo decir que mi mayor satisfacción tiene lugar cuando, tras un largo procedimiento penal y toda la adrenalina del juicio, me notifican la sentencia y es absolutoria para mi cliente, o cuando, al actuar en defensa de la víctima de un delito, consigo la condena del culpable.